La Violencia Sexual Comercial (VSC) contra niños, niñas y adolescentes se ejerce al pagar, en dinero o especie, para mantener cualquier tipo de actividad sexual, erótica o pornográfica con un niño, niña o adolescente.

El pago puede ser directamente a la víctima o a una tercera persona.

Es conocida también como explotación sexual infantil o explotación sexual comercial infantil y se diferencia de la violencia sexual por existir ese pago o transacción económica. El término violencia sexual comercial ha sido acuñado en Bolivia con el objetivo de dar énfasis a la violencia que representa y no a la transacción comercial explotadora.

Quienes cometen este delito muchas veces se justifican en que están “pagando por un servicio” o que “es un trabajo”, sin embargo esta situación no es verdad, quien paga por tener algún tipo de actividad sexual con una niña, niño o adolescente está cometiendo un delito.

La violencia sexual comercial no es una “forma de trabajo”, no es correcto pensar en “niñas/adolescentes prostitutas” o “trabajadoras sexuales”, la VSC es una forma de violencia que atenta contra la integridad, dignidad y el desarrollo integral de quien vive esta situación.

Al ser un DELITO la VSC está penada por ley y debe ser juzgada y sancionada. Quienes cometen este delito son:

El violentador, mal llamado «cliente» que es quien paga en dinero o especie, directamente o a tercera persona, para mantener cualquier tipo de actividad sexual, erótica o pornográfica con un niño, niña y adolescente.

– El o la proxeneta que es quien facilita, contribuye o controla la actividad sexual y se beneficia de la misma.

La VSC se presenta también vinculada a situaciones de Trata, es decir, situaciones en las que una niña, niño o adolescente es reclutado/a o captado/a, trasladado/a y acogido/a en un lugar diferente al de su origen, para luego explotarlos/as  mediante la violencia sexual comercial a través de la figura del proxeneta, en estos casos se habla de: Trata con fines de violencia sexual comercial.

Según el estudio realizado por la Fundación Munasim Kullakita: Violencia Sexual Comercial desde la perspectiva psicológica del violentador sexual «cliente» (2013), el violentador (cliente) que paga por una actividad sexual que involucra a niñas, niños o adolescentes,–en la mayoría de los casos- es un hombre común y corriente, no pertenece a una clase social, ocupación o profesión específica, con estado civil casado o en concubinato y el grueso en un rango de edad de 26 a 48 años de edad. La mayor parte de los entrevistados por la investigación declaró nunca haber cometido otro delito. Ellos no consideran que están haciendo “algo malo”.

¿Quiénes pueden ser víctimas de VSC? 

Existen muchos factores que llevan a una niña, niño o adolescente a vivir situaciones de violencia sexual comercial. Por un lado, puede vincularse a necesidades económicas en el hogar, violencia y huida de casa y la búsqueda de auto sustento, así como la dependencia a alguna sustancia o la explotación por parte de un proxeneta.

Pero también pueden darse situaciones en las que no se vincula a factores de pobreza sino al interés de generar recursos propios para cubrir no necesidades sino intereses a nivel de consumo de productos. En estos casos, aunque aparentemente es un acto voluntario, la verdad es que por detrás siempre existe falta de afecto, comunicación y desconocimiento de que se está siendo víctima de violencia y que la situación puede tener graves consecuencias. NO olvidemos que nuestra legislación establece que una persona menor de 18 años,  NO PUEDE CONSENTIR tener relaciones sexuales con un adulto.

Existen poblaciones altamente vulnerables a este delito, como por ejemplo las niñas, niños y adolescentes en situación de calle, quienes han encontrado en esta forma de violencia un medio de subsistencia, sin comprender que ellos y ellas son víctimas de adultos que aprovechan su situación para explotarlos y violentarlos.

¿Qué efectos tiene en las niñas, niños y adolescentes la VSC?  

Sin importar su origen, quienes viven situación de VSC sufren graves trastornos emocionales, psicológicos y físicos.

La violencia física implícita y explícita es una constante en sus vidas.

Son frecuentes los cuadros de depresión que pueden llevar incluso al suicidio. Se presentan trastornos severos de conducta; abuso de sustancias (drogadicción y/o alcoholismo), inseguridad, desconfianza, agresividad, vergüenza, miedo, culpa y baja autoestima.

Son más vulnerables a las enfermedades de transmisión sexual y al VIH, se presentan embarazos no planificados que pueden derivar en dos situaciones, nacimientos en condiciones más bien negativas para el recién nacido o en abortos que pueden llevar a la muerte de la niña o adolescente.

Por otra parte, son estigmatizados por sus comunidades y condenados a la exclusión y el aislamiento. Su desarrollo se ve comprometido de manera integral haciendo más difícil mantenerse y vivir como adultos independientes.

¿Cómo ocurre? 

A pesar de ser un delito, la VSC no se esconde, sucede en los espacios más comunes de una ciudad o comunidad, desde la salida de una escuela hasta la presencia de adolescentes en casas de cita o prostíbulos.

Ocurre a plena vista, ante el silencio y la complicidad de la comunidad.

Es responsabilidad de toda la comunidad prevenir y denunciar toda forma de violencia, no naturalicemos ni cerremos los ojos a ningún acto, práctica o comportamiento que ponga en riesgo a nuestra niñez y adolescencia.

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